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Compartiendo a Jesucristo: «El primero entre vosotros será vuestro servidor»

«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen».

Compartiendo a Jesucristo: « ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley? »

«“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

Compartiendo a Jesucristo: Parábola de las bodas

«Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda».

 

 

Compartiendo a Jesucristo: «Id también vosotros a mi viña»

«Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Compartiendo a Jesucristo: Dios lo puede todo

«En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos».

Compartiendo a Jesucristo: El joven rico

«Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego ven y sígueme».

Compartiendo a Jesucristo: «Los creó hombre y mujer»

«Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Pero yo os digo que, si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— y se casa con otra, comete adulterio».

Compartiendo a Jesucristo: La fe

«Por vuestra poca fe. En verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada os sería imposible».

Compartiendo a Jesucristo: La Transfiguración del Señor

«Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo».

Compartiendo a Jesucristo: «¡Apártate de mí, Satanás!»

«Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».